sábado, 22 de noviembre de 2008

CRONICA DEL CARLISMO EN VALLADOLID 1833-2007

Se habla continuamente de la necesidad de fijar, de conservar la memoria vivencial de quienes de un modo u otro han sido protagonistas de nuestra común historia, y así, no con la cadencia que sería necesaria, va sucediendo.

Nos encontramos con un libro que, aunque no escrito en primera persona, sí cumple con ese deseado objetivo: acopia datos de todo tipo del Carlismo vallisoletano y, como quien lo hace fue testigo y actor de muchos de ellos, tales datos adquieren ese sutil encanto de lo vivido, algo que se completa de manera muy eficaz con innumerables fotografías especialmente de los años sesenta y setenta del pasado siglo.

Desgraciadamente no hay mucho escrito del carlismo castellano, y así, o no parece contar, o surge en la historia, en las historias, esporádicamente, de forma anecdótica o subsidiaria. Pero ese carlismo silencioso ha contado con figuras muy conocidas, como el famoso Cura Merino, héroe de la Independencia, y otras absolutamente populares y no por ello menos heroicas. Los “Hierros”, la partida de los Hierro, padre e hijos, que tuvieron en jaque a la Guardia Civil durante un largo tiempo, según está reconocido por los propios historiadores del Instituto armado, son uno de los mitos de la entera y heroica historia carlista; o el coronel de los Reales Ejércitos, Esteban Herrero, nacido en Villarramiel, Tierra de Campos (población de larga y antigua estirpe carlista) y que estuvo en la primera guerra y en la de Carlos VII, siendo de los que lealmente acompañarían en los batallones castellanos y junto a los valencianos, los únicos, al rey en Valcarlos. Una historia de entrega que culmina en nuestros días en Julio Redondo, figura emblemática vallisoletana de la silenciosa y sacrificada lucha carlista contra el franquismo.

Son estas relaciones (“relaciones”, hermosa palabra castellana de trabajos ineludibles para la historia) las que deberían prodigarse. Manuel Herrera -también por si mismo figura de la contemporaneidad vallisoletana- ha recogido con detalle toda la existencia carlista en esa ciudad, especialmente desde 1936 a nuestros días, aunque con una primera parte dedicada a la siempre necesaria y conveniente explicación del origen y principales hechos del Carlismo en general. Relaciones de afiliados, registro de actos en el circulo, desplazamiento a otros en diversos lugares, como Lisboa, o a la cita anual de Montejurra (con especial atención al de los asesinatos de 1976), presencia de miembros de la Dinastía legitima, incidencias varias, como las sucedidas en 1978, simple reflejo y consecuencia de la política encaminada al abandono por la presidencia del partido… Todo ello con minuciosas referencias a hechos de la vida cotidiana de la militancia y del circulo carlista de la ciudad del Pisuerga.

Es también muy interesante el libro por cuanto en el mismo se ve reflejada la evolución ideológica de vuelta a sus raíces populares, de concienciación tanto política como social del partido carlista, que hubo de luchar, en esa época de imposición por la dictadura de un determinado régimen y rama monárquicos, con tantas prohibiciones, persecuciones y, lo mas doloroso, con tanta traición a partir de 1976.

¡Ojala se contase, como esta de Manuel Herrera, con relaciones (insisto en la perfecta denominación) de todos los carlismos!. Sí, así, “carlismos”, porque en cada lugar, en cada época los carlismos han sido diversos y la razón de esa fértil diversidad es siempre la misma, que el Carlismo es pueblo y responde a las características, reivindicaciones y anhelos populares de cada lugar. Esa fue siempre su grandeza, también el secreto de su supervivencia hasta nuestros días, pero –y quizás- la razón de sus desdichas propias y la fuerza de su contra ante las venidas del poder.

Manuel Herrero Bravo, 386 págs, Biblioteca Popular Carlista, M. 2008, 15 €

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